jueves, 13 de junio de 2013

Ni cien días


Hoy hace tres meses desde que tenemos nuevo Papa.

Lo normal es que a los elegidos se le dé un tiempo de cortesía, el beneficio de la duda durante cien días y después entrar a saco a por él pero a Francisco se le ha dado en el carné desde el minuto uno. Con motivo o sin él.

No soy de hacer la ola a los gerifaltes, al contrario, pero me ha dado pena ver el ensañamiento que ha llegado a darse en personas que además son de la casa, de la Iglesia.

Con un paralelismo muy marcado está pasando lo mismo que en la sede arzobispal de Valencia con la llegada a la misma de Carlos Osoro.
En cuanto empezó a tocar enchufes, prebendas y cosas dadas por sentadas -Es la tradición, decían- empezaron a torcerle el gesto.

En cuanto el Papa Paco ha dicho que hay que quitar oropeles y boatos innecesarios y limpiar el banco vaticano (Instituto para las Obras de Religión), al que el Banco central europeo acusa de lavar dinero negro, han empezado a ir a por él. Bueno no, antes, ya digo que desde el minuto uno.

No sé si tiene algo que ver que sea jesuita, lo cual no es bueno ni malo sino todo lo contrario.

Mientras tanto sigue su curso, más rápido de lo que marcan las normas, la subida a los altares de Juan Pablo II, del que se pueden decir muchas cosas buenas pero no precisamente que diera un puñetazo en la mesa contra los obispos y curas vascos comprometidos con el terrorismo, no contra él, hecho que no ennegrece su papado pero que en España fue bastante sangrante.

Espero y deseo que el Papa Paco tenga suerte en su trabajo, que no va a ser poco ni va a ser muchas veces entendido.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid quiero recordar el regalo que  Mariano Rajoy hizo, en nombre de todos los españoles, en su visita al Vaticano hace unas semanas:   una camiseta de La Roja.

Eso es marca España y los demás son tonterías. ¡Jo, qué tropa!

NOTA: Cuando esta anotación estaba escrita y programada para publicarse he tenido la suerte de tomar un café con una persona que es miembro activo de la asociación de ateos.

Evidentemente esto no tiene nada que ver con el Papa Paco pero sí puedo repetir la parte final del último párrafo original:

¡Jo, qué tropa!


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