jueves, 30 de julio de 2009

La reina en el palacio de las corrientes de aire. Millennium 3

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La reina en el palacio de las corrientes de aire
Lufslottet som sprängdes. Millenium 3
Stieg Larsson
Traducción de Martin Lexell y Juan José ortega Román
Ilustración de la cubierta de Gino Rubert
Edita Destino
854 páginas
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Han pasado más de dos meses desde que leí la tercera entrega de esta trilogía nórdica.
En este tiempo me ha dadoo tiempo a leer críticas con las que estoy o no de acuerdo de las que hago un extracto a continuación y he encontrado fotografías de la persona que sirve de modelo para la ilustración de las portadas de los libros en la edición española.

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Tamara Villoslada jamás pensó que su rostro vendería libros. Gino Rubert, pintor catalán, autor de las portadas de la edición española de Millennium de Stieg Larsson, la dibujó cuando eran pareja. Hoy su imagen forra las librerías de todo el país.
El fenómeno que ha alcanzado una cifras récord en el ámbito literario tiene rostro. Si hasta el momento Stieg Larsson había conseguido sucumbir al lector con un hilo argumental tremandamente seductor, la chica que aparece reiteradamente en la portada de los tres libros que conforman la saga de Millennium es real.
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La trilogía Millennium es ya mucho más un fenómeno social que un producto literario, por lo que la pretensión de acercarse a ella subrayando méritos o deméritos formales resulta vana. En buena medida, porque ya casi todos los lectores habituales tienen opinión formada sobre su valía. Y, en segundo lugar, porque, llegados a este punto de éxito, la mayoría de los juicios estéticos suelen adoptarse desde la pasión o desde el esnobismo.
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... más allá de sus aspectos formales, bien podemos decir que la clave del éxito de Larsson (además del apoyo de la prensa escrita y de los libreros) es el modo en que estos personajes, en alguna medida novedosa y en igual proporción herederos del pasado, han calado en los lectores. Así, la hacker Lisbeth Salander, una chica antisocial y vengativa, se ha convertido en el personaje estrella de la novela policiaca reciente, que ve en sus habilidades informáticas y en sus piercings la prueba inequívoca de ir a la par de los tiempos. Sin embargo, la novedad con que juegan las obras de Larsson abarca mucho más allá de meros adornos estéticos. Entre otros rasgos:

1. Los héroes de la trilogía, grandes y pequeños, protagonistas y secundarios, son definidos como jugadores solitarios que se rebelan contra el poder. Estamos ante gente que se mueva al margen del sistema, como Salander, o dentro de él pero tomando cierta distancia, como Blomkvist y sus periodistas perdedores de Millennium, se caracterizan por plantar cara a quienes hacen un uso abusivo de su posición de poder.

2. Los personajes de Larsson se definen por mantener relaciones afectivas poco o nada convencionales. No se trata sólo de que experimenten con diversas formas de placer, sino que tienen notables dificultades para establecer vínculos sentimentales con una sola pareja. Su forma de relacionarse con los demás es compleja y no pasa, desde luego, por formar familias tradicionales con muchos hijos.

3. Larsson cree, y lo resalta en sus novelas, que los poderosos siempre abusan de sus prerrogativas: el poder es nocivo en sí mismo, ya que quienes están en lo más alto caen inevitablemente en los excesos. Le ocurre al propio Estado y a sus representantes, ya sean políticos, miembros de las fuerzas de seguridad o de los servicios de inteligencia, los villanos más notorios de la novela.
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Y, por último, y como aspecto esencial, está el diferente posicionamiento respecto de las normas de sus protagonistas. Mientras Blomkvist sigue entendiendo la justicia a la vieja usanza (los periodistas denuncian los excesos del poder, poniendo en marcha mecanismos institucionales encargados de investigar los hechos que finalizan con una resolución de la justicia castigando a los culpables), Salander sabe que eso ya no es posible. Mientras el primero utiliza métodos ilegales sólo ocasionalmente, la segunda echa mano de ellos siempre que puede; mientras el primero cree en la justicia como concepto, la segunda está segura de que sólo la puede encontrar tomándosela por su mano. En definitiva, es la interrelación de justicia y venganza que propone Larsson la que ha acabado por hacer popular a sus novelas mucho más que cualquier otro elemento.
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¿Crisis de lectura?, ¿no lee la gente? A juzgar por las ventas de la trilogía del fallecido autor sueco Stieg Larsson, semejantes afirmaciones no son del todo ciertas. Un fenómeno como el de Millennium -tres novelas que han vendido millones de ejemplares- demostraría que 1º) el público consume lecturas evasivas y relatos bien construidos y con ritmo, 2º) que desea argumentos muy activos, a poder ser trepidantes e iconoclastas y 3º) que ama a los personajes bien perfilados que como la protagonista de Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, la ya icónica Lisbeth Salander, rompa todos los convencionalismos, quiebre todas las fronteras de lo correcto y arremeta con salvaje afán vengativo contra los crápulas sociales.
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... La clave de su éxito hay que buscarla en su enorme habilidad narrativa, a veces excesivamente digresiva, y, sobre todo en su capacidad para cincelar un personaje central que se incrusta en la conciencia colectiva: una mujer joven, marginal, vengativa con aquellos que odian a las mujeres y las maltratan, un tanto sicótica, hacker hasta extremos absorbentes, lesbiana sin remilgos heterosexuales, violenta e inteligente… y justiciera, pero con una sorda capacidad para enamorase al modo del siglo XXI, es decir, sin la cohorte de los valores típicos del enamoramiento (ni embeleso, ni fidelidad, ni arrebato de género alguno, sólo como un hecho circunstancial).
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Los lectores aman a Lisbeth Salander por una razón bien sencilla: porque desafía todo aquello que ellos no pueden desafiar; porque Salander se toma la justicia por su mano; porque Salander es más inteligente que sus enemigos; porque Salander vence a la informática y la subordina a sus objetivos justicieros; porque Salanger es un psicótica en un mundo de robots programados para ejecutar órdenes de manera constante; porque fuma, se flipa, escapa, porque Lisbeth Salander es aparentemente libre y, a fin de cuentas, tan rica como quiera serlo porque roba informáticamente a los ricos y es generosa con los pobres. Lisbeth Salander, además, es la nueva mujer que castiga de manera implacable, cruel, sádica -devolviendo el sadismo que ella ha padecido- a esos “hombres que no amaban a las mujeres”.
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... Si tantos lectores aman a Lisbeth Salanger y la admiran con pasión, ¿qué sociedad es la nuestra que se refleja en todo lo que le es prohibido y marginado? Larsson -qué pena ese infarto traicionero- debió dejar contado por qué escribió está trilogía tan arrebatadoramente resentida con la sociedad contemporánea.
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Yo sólo quiero decir que el libro me ha entretenido y gustado.
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Un detalle me ha llamado la atención, y creo recordar que ya lo he leído en algún libro de Henning Mankell y su personaje el detective Kurt Wallander.
Me refiero al hecho de que en los edificios de viviendas en Suecia no existe el telefonillo, actualmente videoportero, como lo conocemos aquí. En esta novelas la persona que llega al edificio llama al timbre y el inquilino le proporciona un código que aquel introduce y abre la puerta del portal, pero no le abre desde arriba la puerta directamente como hacemos aquí.
Esa diferencia me tiene intrigado desde que la he leído y no consigo saber el porqué.
Se me ocurre una única respuesta, debido al clima que tiene en el norete, lo que interresa es que el visitante no se quede en la calle, si tú sabes el código puedes entrar al portal y esperar a que llegue la persona a la que vas a visitar. Pero puede ser esta explicación o no.
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1 comentario:

posodo dijo...

Añ hilo de tanto antisistema, vamos, pues, contracorriente.
La primera novela de la trilogía la empecé hace tiempo... y ahí sigue.
¿Seré raro?