sábado, 13 de junio de 2009

El falsificador de pasaportes

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El falsificador de pasaportes
Cioma Schönhaus
Traducción de Carmen Gauger
Edita Galaxia Gutemberg- Círculo de Lectores
286 páginas, con dibujos del autor
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Un joven judío que se burló de los nazis, cenó en sus fiestas, cortejó a sus mujeres... y sobrevivió donde parecía imposible hacerlo. Una emocionante novela llena de suspense: la increíble aventura real de un hombre que no se resignó a su destino. La historia de Cioma Schönhaus, contada por él mismo, no se parece en nada a otros testimonios sobre el Holocausto. El autor y protagonista de la historia real narrada en El falsificador de pasaportes vive con intensidad, con increíble osadía, y es capaz de disfrutar de la vida y de la juventud, de engañar a los nazis una y otra vez, de tener amantes -e incluso hacer lo que siempre había soñado, navegar en velero- en el entorno más espantoso posible: el de un judío atrapado en el Berlín hitleriano.
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El falsificador de pasaportes es mucho más que el testimonio de un momento histórico, es también una novela de suspense, de las que se devoran de un tirón, que te mantiene en vilo como en las mejores obras de ficción. Y también es una novela llena de esperanza, que transmite al lector las ganas de vivir, la energía, el optimismo y el valor de su protagonista.
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Un párrafo, en la página 97, muestra el carácter alemán:
"A las seis de la tarde voy a la estación de metro de la Alexanderplatz para ir a la fábrica de Gustav Genschow. Marcho rodeando el césped en forma de círculo. Recuerdo entonces lo que mi padre me contó sobre 1918, cuando los alemanes hicieron algo semejante a una revolución. En aquel momento hubo disparos en una esquina de la Alexanderplatz. Pero los berlineses no tomaron el camino más corto atravesando el césped. No, corrían rodeando la superficie verde. ¿Por qué? Allí había aún un cartel que decía: "Prohibido pisar el césped"".
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Otro párrafo, en la página 110, nos muestra un chiste político de la época:
"En la pescadería una mujer pide un arenque-Adolf-Hitler. El pescadero muestra extrañeza y pregunta otra vez lo que quiere la clienta. "No tenemos ningún arenque-Adolf-Hitler". A lo que replica la mujer: "Pero un arenque-Bismarck sí que tendrá". "¡Sí!" "Pues entonces . Usted le saca el cerebro al arenque-Bismarck y ya tiene el arenque-Adolf-Hitler".
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Un libro que hay que leer.
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1 comentario:

posodo dijo...

Lo del césped me recuerda que hace mucho tiempo había una serie de televisión, alemana, que se titulaba "El comisario" o algo así, en cuyos títulos de entrada figuraba una escena en la que se veía cómo este protagonista subía una escalera estrecha, mientras desenvolvía uno de esos caramelos que la gente se lleva a los conciertos, y con el envoltorio no hacía lo que el común de los mortales, es decir, tirarlo a un suelo que ya estaba sucio de por sí, sino que se lo guardaba en un bolsillo de la gabardina.